Eneko

Aislamiento en la adolescencia. Acogida. Primeros brotes. Vinculación al entorno y a otros recursos.

Eneko tiene 19 años y en los últimos 4 meses solo ha salido de casa en una ocasión para ir a una consulta con su psiquiatra. Su psiquiatra lleva viéndole 8 meses y cuenta que tiene unos síntomas psicóticos que han empeorado. El psiquiatra comenta que es un buen chico, colaborador y abordable pero que pese a tener acordada una cita semanal con él hace mucho que no es capaz de llegar a la consulta.

Vive con su madre, su padre y su hermana de 16 años. La familia se encuentra muy angustiada e impotente, sin saber qué hacer. Eneko también lo está pasando muy mal y ya ha tenido varias visitas a urgencias de psiquiatría a las que le acompaña su madre.

El psiquiatra comenta que las citas médicas generan una gran angustia a Eneko y por extensión a toda su familia. Tampoco parece encajar en ningún recurso, ya ha habido intentos en el pasado con malos resultados.  El psiquiatra piensa en el Acompañamiento Terapéutico como un modo de que algún profesional de la salud mental pueda mantener un contacto con Eneko.

El psiquiatra organiza una cita en su consulta a la que acuden la madre, el padre y  un profesional de Actebi además del propio psiquiatra. En la breve cita se empiezan a dibujar 2 objetivos: que Eneko vuelva a las citas con él psiquiatra y que comience a salir a la calle.

Posteriormente al encuentro con el psiquiatra citamos en nuestro despacho al padre y a la madre para una recogida de información más en profundidad que nos permita situarnos mejor en el caso. Para esta cita les pedimos que inviten también a Eneko o a cualquier otro miembro de la familia que consideren. Finalmente acuden la madre y el padre. A la cita acudimos dos profesionales de Actebi. En esta recogida de información, con algo más de tiempo, nos hablan sobre todo de su dolor, de su impotencia y de sus dudas con respecto a Eneko. Recogemos también mucho de la historia clínica de Eneko y de la familia.

Tras la recogida de información tratamos el caso dentro del equipo de Actebi y la semana siguiente llamamos a la familia para hacerles una propuesta de intervención. Fijamos un acompañamiento de hora y media de dos días en semana (martes y jueves de 10:00 a 11:30), a la espera de matizar con Eneko, y  una sesión mensual para los padres con otro compañero del equipo. Cuando acompañamos a un menor o adolescente que convive con sus padres solemos poner un profesional que pueda atenderles a ellos, al final son los que más tiempo están con quienes acompañamos y los que acaban realizando también el grueso del trabajo. Fijamos también que la persona de Actebi qué va a acompañar a Eneko solo hablará con la familia delante de Eneko y que si no lo hace tiene la obligación de informarle. De este modo facilitamos la confianza de Eneko en el acompañante. Los padres están conformes con el planteamiento y quedamos en vernos en su casa 2 días después (jueves) para iniciar el acompañamiento, a las 10:00 de la mañana.

Una hora antes del primer acompañamiento recibo una llamada de la madre muy angustiada. Comunicaron el inicio del acompañamiento ayer a la tarde a Eneko. Eneko dijo que no quería realizar ningún acompañamiento, que él no necesita una “niñera terapéutica”. Se montó una bronca monumental toda la tarde. Ahora Eneko seguía en la cama y se negaba a salir de ella y a verme. Le digo a la madre que no pasa nada y que nos vemos en su casa a la hora acordada.

Cuando llego a la casa, la madre, muy preocupada, me lleva a la mesa del comedor donde está el padre sentado. Tras hablar 5 minutos les digo que le digan a Eneko que ya he llegado, que estaré hasta las 11:30 y que me gustaría mucho hablar con él. Mientras tanto me quedo hablando con los padres en la mesa de la cocina. En un momento dado la hermana de Eneko pasa por la cocina, me la presentan, le invito a quedarse y nos quedamos los 4 hablando. La situación, inicialmente muy tensa, se va relajando y no sé muy bien como la conversación acaba derivando en Harry Potter. Tras 40 minutos desde mi llegada Eneko sale de su cuarto, me saluda brevemente y dice que se va a la terraza a fumar un cigarro. Tras unos 15 minutos en la terraza Eneko sale y nos presentamos.

Una vez en la mesa comentamos un poco porque estoy ahí, las expectativas que tiene sobre el acompañamiento, las preocupaciones que me planteaban sus padres y la estructura de acompañamientos que inicialmente habíamos planteado. Intento ser sensible a lo que Eneko dice y propone, le digo que estoy aquí para hacer cosas con él, lo que él quiera. Damos también un hueco a lo que pedía el psiquiatra y los padres y finalmente quedamos en que un día a la semana (los martes) estaremos en casa y el otro día (los jueves) intentaremos salir a la calle. Ese día me voy un poco antes de la hora para no alargar demasiado la ansiedad que produce el primer encuentro.

Me alegró mucho poder estar con Eneko desde el primer acompañamiento. El inicio casi siempre es muy difícil para las personas a las que acompañamos y es muy frecuente que no quieran estar con nosotros. Ante estas situaciones adoptamos lo que llamamos una “presencia incondicional no intrusiva”. Nos mantenemos presentes y disponibles durante el tiempo pactado pero sin irrumpir en su espacio, invitándoles a venir donde estamos o solicitándoles poder acercarnos. En el equipo hemos pasado mucho tiempo esperando en el salón, en el portal o en un bar cercano. Hasta la fecha lo que más hemos tardado en establecer el primer contacto físico han sido 3 sesiones de una hora en las que la única comunicación eran notas que pasábamos por debajo de la puerta de la habitación con la esperanza de que el acompañado las leyera.

Los siguientes acompañamientos se dan principalmente en el cuarto de Eneko. Él está sentado o tumbado en la cama y yo sentado en la silla del ordenador o de pié ojeando y comentando con él su amplia biblioteca. Principalmente hablamos sobre libros, películas, series y videojuegos. Aunque hay “buena química” y compartimos muchos gustos en cuanto a libros, series, etc. se da para los dos una sensación de extrañeza y ligera tensión. Eneko hace todos los acompañamientos visitas al baño o a fumar a la terraza como forma de evitar los silencios incomodos que se dan o cuando tanteo hablar de ciertos temas relacionados con su malestar. Me gusta el sistema de regulación de la ansiedad que tiene y lo respeto. En alguna ocasión le ofrezco acompañarle a la terraza durante su cigarro pero se ve claramente que lo que necesita es un poco de distanciamiento. Registro los temas de los que estamos hablando antes de que se vaya e intento no ir muy rápido en hablar de ellos. Prefiero pasarme de precavido que ir demasiado deprisa.

Los jueves son notablemente más tensos que los martes, ya que tenemos la tarea de salir a la calle. No conseguimos salir todos los días y los días que lo hacemos Eneko está muy nervioso y deseoso de volver a casa. La angustia de Eneko se expande a la familia que empieza a tomar las salidas con Eneko y su duración como forma de medir la recuperación de su hijo. Los Jueves desde que entro en casa se vive una situación de tensión ante la duda de si saldremos o no y cuando no lo conseguimos se da una sensación de fracaso que dura a veces todo el fin de semana. A mí como acompañante también me cuestan más los jueves y a menudo voy al encuentro con un nudo en el estómago pensando en cómo me encontraré a Eneko.

Tras hablarlo en Supervisión interna de Actebi y con el psiquiatra de Eneko decidimos posponer el objetivo de salir. A los padres se lo comunicamos en su sesión mensual y a Eneko en el acompañamiento posterior a esa sesión. Toda la familia siente un gran alivio al postergar este objetivo. El mensaje principal es que Eneko tampoco está bien en casa y que no solo es importante que pueda salir a la calle sino también que pueda estar bien en su propia casa.

Una vez relajadas, postergadas, las demandas iniciales empezamos a estar más tranquilos durante el acompañamiento. Cambiamos los encuentros del cuarto a la terraza donde nos pasamos muchos encuentros hablando sobre libros y cine. Vamos también hablando más de su sufrimiento, de sus inquietudes y de sus miedos. Poco a poco también me empieza a hablar de las voces le asedian como un otro que le dice que no sirve para nada o que le están vigilando.

Casi todos los acompañamientos la madre, el padre y en ocasiones algún tío o abuelo, pasa por el balcón (muchas veces con la excusa de echar un cigarro), y hablamos de aspectos del día a día y de las pequeñas y grandes cosas que les preocupan. Me gustan mucho estos momentos de “sesión familiar” que a veces duran 5 minutos, otras veces 50 minutos y otras veces congregan a 5 personas en el balcón. Aunque a veces el grado de ansiedad es alto por los temas tratados normalmente se respira un clima más distendido y cotidiano del que se suele dar en otras sesiones familiares dentro de una consulta y un horario cerrados. Después de que los familiares se vayan su eco sigue perdurando en la terraza y Eneko y yo nos quedamos hablando de lo que ha pasado. Estos momentos son especialmente fructíferos ya que procesamos aspectos de su relación familiar o de los temas que sus familiares han traído proyectos de futuro, dudas con respecto a su situación, etc.

Así van pasando los meses en los que nuestro vínculo se va haciendo más y más fuerte. Mi tarea principal es acompañar su malestar y las cosas que van pasando en su día a día. Y pasan muchas cosas: su hermana empieza a tener problemas de ansiedad y a faltar a clase, el padre se compra una casa y empieza a vivir separado del núcleo familiar, Eneko sufre un ingreso por un primer ataque epiléptico… También Eneko empieza a dar algunos pasos: vuelve a acudir a algunas citas con el psiquiatra (a alguna de las cuales le acompaño junto con su madre), algún día me acompaña hasta la parada del metro y vuelve solo a casa, hace alguna quedada con sus amigos, empieza a mirar para apuntarse algún curso online… Aunque sigue sufriendo terriblemente por lo que le pasa en muchas ocasiones se empieza a sentir mejor, más confiado y resuelto.

Un día, cuando llevamos 8 meses de acompañamiento, la madre me dice que una vecina, que es psiquiatra, le ha hablado de un grupo de primeros brotes en el que cree que Eneko podría encajar. Eneko lleva ya un tiempo pensando en tentativas del estilo así que apoyo firmemente investigar más sobre el servicio y ver si le podría encajar a Eneko. Le devuelvo las mejoras que veo en su forma de estar y que creo que es un buen momento para dar el paso. Su psiquiatra también apoya este nuevo camino abierto. Acompaño a Eneko y a su madre a las citas con la psiquiatra que le va a derivar al nuevo servicio. También le acompaño a conocer al equipo del centro de Día al que va acudir. Eneko no siempre se ve capaz de dar estos pasos pero se ve que quiere darlos.

Eneko no quiere ir las 4 horas de actividades del centro de día. Respaldo también esa idea suya y la llevo a la reunión que mantenemos con el centro de Día.

Eneko comienza a ir 3 días a la semana 2 horas al centro de día. Poco a poco va integrándose en el grupo y participando de las actividades. Aun así vive la experiencia con mucha angustia. En muchas ocasiones tiene que salir de los grupos o de las actividades que realizan. Recuerdo las veces que salía a fumar o al baño durante los primeros acompañamientos y me alegro de que también le puedan dar un espacio para retroceder y recomponerse cuando la situación le supera. En los acompañamientos hablamos también mucho del grupo: de sus dificultades, de la gente que va conociendo, de la posibilidad de ir “a jornada completa” al centro de Día.

Estando en esta fase vivimos también el nacimiento del Covid y el confinamiento. Eneko deja de ir al grupo y continuamos los acompañamientos de forma telefónica (ya que lo prefiere a las video llamadas).

En verano acompaño a Eneko durante Junio y Julio 1 día a la semana durante 2 horas en un pueblo de Cantabria y en agosto nos damos un mes de vacaciones. En Junio de 2020 dando una vuelta por el paseo de la playa me dice que no quiere seguir con los acompañamientos, que en Septiembre quiere empezar a el centro de Día de continuo y “tantas horas de terapia son demasiado”.

Me da un poco de pena terminar los acompañamientos pero creo que es un buen momento para Eneko y que se queda en buenas manos. Tras hablarlo con la familia y coordinarnos con el centro de Día pautamos unos últimos acompañamientos a la vuelta de vacaciones. En ellos puedo despedirme de Eneko y de la familia.

Mirándolo con perspectiva creo que no se cumplieron los objetivos iniciales como esperábamos pero si se les dio una respuesta satisfactoria desde el acompañamiento. No conseguimos que volviera a acudir a su antiguo psiquiatra de forma regular pero sí que acudiera a un nuevo servicio de forma regular, en el cual era atendido por una nueva psiquiatra cada 2 semanas. Seguía sin salir a la calle demasiado pero si puedo integrar alguna rutina como tirar la basura en la que bajaba. Siguió teniendo dificultades para quedar con sus amigos en la calle pero les invitó en varias ocasiones a su casa y empezó a mantener un contacto más constante por teléfono. También se apuntó a un curso de 6 meses…

Igualmente merecieron mucho la pena los momentos de tranquilidad, de placer y de sonrisas que se compartieron en el acompañamiento con Eneko y su familia. Creo que poder experimentar estos momentos entre tanta incertidumbre y sufrimiento fue muy importante para todos. Aunque siempre queda la sensación de que sigue habiendo cosas por hacer y que el camino no ha acabado, me alegro de las etapas compartidas.

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